América Latina es una región con condiciones ventajosas por las características geográficas de su territorio. En esta confluyen recursos naturales abundantes, ecosistemas que contienen el 40% de la biodiversidad mundial, numerosos pueblos indígenas, afrodescendientes y otros (con una historia, riqueza e importancia invaluable), y condiciones económicas y demográficas con mucho potencial. Sin embargo, al mismo tiempo, existen problemáticas importantes vinculadas a condiciones de pobreza y marginación, deficiencias en la planificación pública y la infraestructura, y una marcada degradación y pérdida de ecosistemas, recursos naturales y sus servicios. A este contexto hay que agregarle las condiciones que genera el cambio climático y los fenómenos extremos cada vez más frecuentes.

Es una realidad que el cambio climático está impactando fuertemente a la región. Los cambios en los procesos climáticos regionales y los efectos de las condiciones anormales de precipitación y temperatura son muy indicativos. Cabe recordar los impactos de los huracanes Eta e Iota en 2020 y de los huracanes Patricia y Otis en el 2015 y 2023, respectivamente. Además, las sequías también han tenido consecuencias devastadoras en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay durante los últimos años, con una reducción de la producción de alimentos que afectó a millones de personas. Por otro lado, las inundaciones causadas por lluvias concentradas y procesos climáticos regionales y subregionales muy variables también causan muchos estragos. La falta de un desarrollo sostenible de cuencas y ecosistemas en general puede causar pérdidas irreparables, tal como recientemente ocurrió en Rio Grande de Sur, Brasil.

Con todo, las condiciones y dinámicas económicas, sociales, políticas y ambientales en la región son la causa principal de la alta exposición, la baja capacidad adaptativa y la alta sensibilidad a los eventos climáticos. La deforestación, el crecimiento urbano en áreas inadecuadas y la pérdida de servicios ecosistémicos son por ello aspectos que urge abordar para evitar el fuerte impacto que tienen los procesos hidrometeorológicos.

La adaptación climática es, por lo tanto, una estrategia vital, que se hace cada vez más importante debido al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ante la insuficiente acción de los principales países emisores por reducir sus emisiones. Esta adaptación requiere de un proceso de planificación y ejecución de acciones. Esto es: a) definir los problemas y una línea base del territorio; b) evaluar las vulnerabilidades y los riesgos climáticos; c) identificar las opciones de adaptación; d) analizar el marco normativo y financiero y sus cambios para responder a las necesidades; e) elaborar un plan o estrategia de adaptación; y f) la ejecución de acciones y de medidas, junto al monitoreo y la evaluación.

El volumen del costo de estos pasos está relacionado con la escala, la temporalidad y el alcance de la planificación, para que las acciones aseguren una adaptación climática efectiva. El tamaño del área y la población, las causas de los problemas y las prioridades del lugar son elementos indicativos que permiten definir la dimensión del esfuerzo para lograr cambios transformadores que garanticen condiciones de resiliencia. Los países han empezado a realizar esta labor a partir de los Planes Nacionales de Adaptación (NAP) y las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC), dentro de los cuales han analizado los costos de su ejecución.

Los costos de la adaptación son, por lo tanto, gastos e inversiones fundamentales por las críticas alteraciones de los patrones climáticos y la presencia constante de eventos extremos. Además, resultan ventajosos porque brindan la posibilidad de generar múltiples beneficios, mejorando condiciones ambientales, sociales, económicas e institucionales, y potenciando las posibles sinergias entre estos ámbitos. A continuación, se señalan 5 beneficios derivados de la adaptación que generan posibilidades de mejoras integrales y cambios transformadores. 

  1. Disminuir los riesgos climáticos: El beneficio directo y evidente de dirigir recursos a la adaptación es que se disminuyen los efectos de los peligros climáticos. Esto involucra mejorar el manejo de la precipitación, recuperar la estructura de suelos susceptibles a erosión o deslizamientos, restaurar marismas para evitar la erosión en las costas y el ingreso del oleaje tierra adentro, y desarrollar infraestructura y servicios con criterios climáticos, entre otras acciones. Estas medidas permiten mejorar la seguridad de la población y el territorio, al ser acciones preventivas que incrementan la resiliencia ante eventos extremos y condiciones cambiantes. 
  2. Mejorar condiciones de vida: Un primer cobeneficio de la inversión en adaptación es que, al dirigir recursos para abordar la vulnerabilidad y riesgo de los asentamientos humanos y los servicios públicos en general, se mejora la calidad de vida de los habitantes. Por ejemplo, al mejorar la infraestructura de alcantarillado o el espacio público, se crean barrios salubres y con mejores condiciones para la vida comunitaria. 
  3. Apoyar medios de vida: Otro cobeneficio es la sinergia que se puede generar con las actividades económicas o vinculadas a la obtención de insumos. Por ejemplo, las medidas que se desarrollen en zonas agrícolas (dentro o fuera del área de producción) pueden apoyar las prácticas productivas, la diversificación de cultivos o la capacitación de los actores. Este elemento también es aplicable en zonas urbanas, ya sea porque las medidas apoyan las actividades económicas locales propias o porque pueden vincularse a la contratación de los mismos pobladores para realizar las intervenciones.   
  4. Asegurar el bienestar de mujeres, niñez y otros grupos vulnerables: Toda medida de adaptación que se dirija a esta población no solo es prioritaria, sino que permite mejorar condiciones sustantivas para la resiliencia a nivel social. El gasto dirigido a esta población será altamente beneficioso por la labor de cuidados que realizan las mujeres, lo esencial de garantizar condiciones a la infancia, el responder a condiciones de marginación social o para transformar la vulnerabilidad de estos grupos. Por ejemplo, crear o mejorar equipamientos urbanos que disminuyan la vulnerabilidad de un barrio y consideren las necesidades cotidianas de las mujeres será una inversión con amplios efectos, porque mejora las condiciones de múltiples familias.  
  5. Apalancar la sostenibilidad ambiental: Las medidas de adaptación vinculadas al manejo de recursos naturales y servicios ecosistémicos son una fuente de cobeneficios porque mejoran el sistema socioambiental. Un caso estratégico son las acciones que involucran la mejora de los recursos hídricos, al ser un tema que puede influir tanto en la mejora de una cuenca, como respecto a sus servicios, asegurando disponibilidad de agua para la población. 

Estos 5 beneficios son ejemplos de lo estratégico de invertir en adaptación. Muestran que el costo no es un gasto sino una inversión para asegurar un desarrollo sostenible e integrar un enfoque equitativo e inclusivo. Conseguir esto puede implicar la necesidad de cambiar nuestras perspectivas, porque el cambio climático está modificando la normalidad y haciendo más visible la degradación ambiental y las condiciones de exclusión. La oportunidad de aprendizaje para generar nuevos paradigmas e inversiones transformadoras está a nuestro alcance. Ese debe ser nuestro objetivo. 

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