María vive en una ciudad latinoamericana que hace poco se inundó como nunca antes, después de largos e intensos episodios de lluvia. Cuando era estudiante, participó activamente en voluntariados para preparar a su localidad ante los desastres naturales y ahora tiene la oportunidad de trabajar como funcionaria de gestión ambiental en su municipio. Sin embargo, María nunca había percibido tan presente las amenazas del cambio climático. Ella estaba decidida a, de una vez por todas, educarse sobre este tema y aprender desde distintas perspectivas cómo ayudar a que su ciudad pueda adaptarse al cambio climático.
El conjunto de palabras “educación cambio climático América Latina” arroja cerca de 7.260.000 resultados en el buscador. María piensa en cerrar su computadora, quizás sea un poco abrumador emprender esa aventura ahora. Antes de rendirse, un resultado le llama la atención: comunidades de práctica sobre cambio climático. Pero, ¿qué es realmente una “comunidad de práctica”? ¿Por qué son importantes estos nuevos espacios de educación en una región como América Latina y el Caribe (ALC) en la que el 48% de sus capitales están expuestas a un riesgo extremo debido a los impactos del cambio climático?
¿Qué son las comunidades de práctica?
Vásquez Bronfman ofrece una definición muy certera de lo que es una comunidad de práctica. Este autor la define como un espacio en el que un grupo de personas ligadas por una práctica común, recurrente y estable en el tiempo aprenden e intercambian conocimientos que permiten realizar mejor sus tareas (Vásquez Bronfman, 2011). Sin embargo, la historia de las comunidades de práctica data ya de hace algunos años. A finales del siglo XX, Wenger (1998) propuso tres pilares dentro de estos espacios:
- Compromiso mutuo: El conocimiento parcial de cada individuo es lo que le da valor dentro de la comunidad y el hecho de que cada miembro comparta su propio conocimiento y reciba el de los otros tiene más valor que el poder que, en otros círculos más clásicos, parece adquirir el que lo sabe todo.
- Objetivos comunes: La comunidad de práctica debe tener unos objetivos y necesidades que cubrir comunes, aunque no homogéneos. Cada miembro de la comunidad puede comprender ese objetivo de una manera distinta, pero aun así compartirlo.
- Repertorio compartido: Una comunidad de práctica adquiere ciertas rutinas, conceptos, herramientas, maneras de hacer o símbolos que ha producido o adoptado durante su existencia y que han sido parte de su práctica.
- Las prácticas comunes bajo las que se despliegan las comunidades conciernen un abanico muy amplio, entre las que, en materia ambiental, sin duda, destaca el desafío del cambio climático.
¿Por qué son importantes para la región de América Latina y el Caribe frente al cambio climático?
A pesar de la vasta diversidad social y geográfica que caracteriza a ALC, los impactos del cambio climático no distinguen entre fronteras. Las sequías e inundaciones representan riesgos climáticos recurrentes que enfrentan diversos países de la región con una frecuencia creciente. Es en este contexto donde las comunidades de práctica emergen como herramientas de vital importancia, al reunir a actores de diferentes ámbitos, pero con similitudes sociopolíticas y ambientales, todos confrontando los mismos desafíos. Las comunidades de práctica en torno a la acción climática promueven el intercambio de experiencias y lecciones en las que cada miembro puede contribuir desde su propia narrativa a la discusión enfocada en soluciones. Los encuentros de una comunidad de práctica de esta índole propician el crecimiento de sinergias y redes entre participantes y generan oportunidades para que las ideas de acción ante el cambio climático se enriquezcan.
Algunos ejemplos concretos
El impacto y la relevancia de un espacio de gestión del conocimiento relativamente nuevo, como las comunidades de práctica, adquieren un mayor significado cuando se ilustran con ejemplos concretos. Un caso para destacar es el de Nature4Cities, proyecto financiado por el Fondo Verde del Clima (GCF, por sus siglas en inglés), cofinanciado por el programa Euroclima+ de la Unión Europea y enfocado en la planificación para la adaptación climática en 7 países y 13 ciudades de ALC. Esta iniciativa está desarrollando de manera exitosa dos comunidades de práctica: una comunidad de práctica dirigida a profesionales en materia ambiental y otra, GenerAcción para ciudades resilientes, para jóvenes de la región que quieren capacitarse para ser parte de la nueva generación de líderes por la resiliencia urbana.
En estos encuentros se comparten conocimientos con un enfoque altamente práctico, abordando temas como la planificación para la resiliencia, el involucramiento del sector privado y mecanismos de gestión basados en suelo para la adaptación urbana. Funcionarios públicos y jóvenes que provienen de distintas ciudades participan aportando una amplia gama de experiencias y perspectivas y, por ejemplo, representantes de ciudades como Arraiján en Panamá y Durazno en Uruguay, separadas físicamente por más de 5.000 kilómetros, se encuentran en un espacio virtual intercambiando ideas, éxitos y lecciones aprendidas al enfrentarse ambas a los mismos riesgos climáticos de lluvias e inundaciones. Solo entendiendo el diálogo y la discusión como origen y catalizadores de la acción climática, se puede comprender la importancia de continuar promoviendo la colaboración y el intercambio de conocimientos en la región a través de espacios innovadores como las comunidades de práctica.
Un especial agradecimiento a Natalia López, analista en adaptación al cambio climático y juventudes.
Referencias
Vásquez Bronfman, S. (2011). Comunidades de práctica. EDUCAR, 47(1), 51-68. Recuperado el 17 de abril de 2024, de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=342130836004
Wenger, E. (1998). Communities of practice: Learning, meaning and identity. Cambridge University Press.